Fraggle Rock

-Vuestra cuenta, chicos. - Dijo con desconcertante amabilidad.

Neurona acercó el platito con timidez, y sus dedos encontraron ese papelito que escasas alegrías dieron alguna vez al comensal.

Miró al frente, donde un adormecido y cansado Nolfy aguardaba la hora de salir de aquel tugurio, para poder hacer una de las mejores cosas que sabía: dormir. Acto seguido me deleitó con una notable mueca… una sonrisa más que nerviosa.

En ese momento comprendí la gravedad de la situación en la cual nos encontrábamos. Sin atisbo de duda, y con la valentía del que no pierde nada pues sabe que todo está acabado, agarré el cacharro de plata y me llevé a los ojos la cuenta de nuestra ansiada cena…

Primer día del Salón del Comic de Zaragoza - 21:02 aprox.

-¡Cinco horas! ¡Y mañana nos esperan más! - exclamé con entusiasmo.

-Bueno, no ha estado nada mal. Mañana siendo sábado, seguro que hay más gente y se acercan más a echar un ojo. - predijo Neurona.

Nolfy terminó de poner la lona sobre la mesa llena de maravillosos ¡Vaya Mierda! Fanzine, chapas y camisetas, mientras aportaba su acertado granito de arena:

-Tíos, me muero de hambre, vámonos ya a cenar.

Y así hicimos.

No me creeríais si os dijese que teníamos planeando ir a cenar algo ligero y después contar ovejas en la calidez de las camas (y sofás) del piso de Neurona, para así ahorrar energía vital, de esa que nos haría falta sí o sí el segundo día de Salón… Pero a pesar de la oferta que nos plantó en la mesa alguien por ahí de ir a un hostal disfrazados de Kiss a beber como cerdos, fue lo que nos propusimos y tratamos de llevar a cabo.

Por lo que con los estómagos vacíos y necesitados de amor gastronómico, nos dirigimos a la zona de Valdespartera (Zaragoza, para los de fuera)

[caption id=“” align=“alignleft” width=“234” caption=“Estos simpáticos Fraguels no tenían nada que ver”][/caption]

Apeados del vehículo y dispuestos a encontrar un sitio cuanto menos agradable y de pintas medianamente campechanas, caminamos calle abajo, hasta que avistamos un profético y llamativo letrero… *Taberna Fraggle Rock*.

Una tabernita de buen aspecto… Modernilla, pero a que la vez cumplía los requisitos mínimos que exigíamos para degustar un menú.

Nada más entrar comprobamos que la decoración no era nada del otro mundo. ¿Dónde estaban los taburetes con mesa-barril? ¿Y el olor a madera húmeda? ¿La cerveza resbalando del surtidor? ¿La oscuridad tarbernil característica?

En ningún sitio. Era un maldito bar que de taberna tenía bien poco. Fraggle Rock nos la había pegado con el nombre. Enhorabuena, Fraggle Rock.

En cualquier caso, dichas cavilaciones no fueron asunto a discutir, pues solo queríamos saciar el ansia de carne que nos venía acompañando desde que montásemos el stand horas antes, así que tomamos asiento ipso facto.

No tardaron en embelesarnos los exquisitos modales de un humilde y bribón camarero, de unos veintipocos, tatuaje en antebrazo, delantal blanco e impoluto (misterio a resolver), y, como algo remarcable y anecdótico, un curioso “huevo” del tamaño de una nuez en la parte posterior del cuello. Lo primero que me vino a la cabeza fue *Homer Simpson estresado, furioso y transformándose en Hulk*

-Chicos, os advierto que la cocina… blablablablablablablabla… y tardará un poco… blablabla… ¿Queréis algo para beber mientras?

-Tres tubos. - Que soy un maldito alcohólico necesitado pensé.

Y así transcurrieron, ¿qué se yo? ¿treinta, cuarenta minutos? Tiempo precioso durante el cual surgieron muy buenas ideas para el siguiente número, y algún que otro desvarío entrañable del que nos hicimos cargo con solvente lógica e imaginación.

Y por suerte, pasado ese segmento temporal, fuimos capaces de pedir algo que llevarnos a la boca. Eso sí, no sin antes…

-Chicos, ¿me dejáis que os aconseje? Mirad, tenemos… blablabla… carpaccio de… blablabla… foie con… blabla… y de segundo chuletón de buey… blablabla… que si os quedáis con hambre, que lo dudo, siempre podréis pillar algo más… - Y así se trabajó su discursito unos segundos más. Yo solo procesé y retuve cuatro palabras, pero, chico, entre el gentil tono del amigo, lo exóticos que sonaban todos los platos, y el apetito en crecimiento exponencial que me consumía, me vi forzado a dejarme llevar por mi impulsividad.

-¡Vale! ¡Cojonudo! ¡Adelante! ¿Estáis de acuerdo, no? ¡Venga!

Fraggle (Fraguel) Rock, Valdespartera - 22:11 aprox.

Una velada muy amena. Tras casi otra media hora esperando la comida (Tragando tubos de cerveza Ambar como posesos), vimos llegar de la mano del recién bautizado Camarero-Bribón dos bandejas que aterrizarían de forma inminente en nuestra mesa.

Carpaccio, que resultó ser el más burdo de los pulpos crudos, y algo de foie y patés de estos que quedan siempre tan finolis, acompañado todo de una cestita de pan (Un pan con muy buen aspecto, no os voy a engañar)

Digamos que tras la hora que llevábamos ahí estáticos, esas dos bandejas duraron cinco minutos a lo sumo (¿Puedo decir sumísimo?)… Así que no fue cuestión de suerte y sí de leyes de la física que esperásemos con ahínco esas “toneladas de carne que si nos dejaban con hambre… blablabla…”

Y vaya si llegaron. Unos cuatrocientos gramos de carne, de los cuales, trescientos sesenta eran pura grasa incomible, de esa que adorna el plato con el tono amarillo caza-arterias. Comprendimos que Fraggle Rock ganaba la partida, pues con ese plato de colesterol con ternera nos iba a dejar, a las buenas y a las malas, mal que nos pesase, a dos velas…

[caption id=“” align=“alignright” width=“275” caption=“Camarero-Bribón (Dramatización)“]”)[/caption]

Demiurgo me libre, pues estuve a esto (no os puedo hacer el gesto con la mano, pero os lo podéis imaginar) de pedir una tosta que fiché en la mesa de al lado, que me seducía y tentaba como ella sola. Los remordimientos del comedor compulsivo en pleno plan de dieta me sacaron de tan loca patraña, y pude concentrar la glotonería en la llegada del postre, pero con el síndrome de las piernas inquietas desatado.

Y así fue como el Camarero-Bribón nos acercó de muy buena gana, y con una sonrisa taimada, tres tartas que parecían brownies de esos tan de moda. Maravilloso bizcocho de chocolate, con chocolate fundido, y capas de más chocolate por encima, con chocolate de no sé qué al lado, y… en fin, chocolate con chocolate y más chocolate.

Pude disfrutar atragantándome en ese empalagoso manjar oscuro y pastoso. Cada cucharada fue gloria. No puedo negarlo. Fraggle Rock materializó para mí el postre que buscaba a esas horas: uno con alto contenido en azúcar y endemoniadamente prohibido en todo plan de endocrino.

Y sin demora, y retirándonos los platitos, con las formas que le caracterizaban, el Camarero-Bribón volvió a hundir el dedo en la llaga con una de sus recomendaciones. Una copa para pasar la cena. Como los señores de la Época Victoriana. Si es que los señores de la Época Victoriana eran dados pegarse cubatazos, claro.

Tres matusalenes con cola, y naranja exprimida por encima, en vasos de casi medio litro. Mi paladar debía estar en vías de jubilación, pues tantísima pulpa pasó desapercibida. Fue un copazo por tomar, pero que quedaba bastante “pro”. Y nosotros los redactores de ¡Vaya Mierda! Fanzine, somos pros. Eso ante todo.

Pero llegó el momento de irse, y empezábamos a olernos el percal. Fraggle Rock, aquella oscura “taberna” de Valdespartera, guardaba un tenebroso y reticente de darse a conocer secreto que aterrorizaba al viajero incauto, y se cobraba el alma de aquellos que osaban adentrarse en sus dominios de corriente decoración.

“Vuestra cuenta, chicos”

Fraggle Rock, Valdespartera. 23:00 aprox.

Me llevé las manos a la cabeza. Quería llorar. Dejé el papel encima de la mesa, no pudiendo hacer otra cosa que reírme por la ironía que resultaba pasarme todo el día dejando claro lo miserablemente pobre que era y los pocos peniques que bailaban en mi bolsillo (fruto de mi naturaleza estudiantil)… Y tener enfrente una cuenta de 105.50€ (Escribirlo en número le da un punto dramático)

[caption id=“attachment_486” align=“alignleft” width=“154” caption=“El malvado papelote”][/caption]

No pudimos sino comentar lo sagaz que fue el Camarero-Bribón, que habiéndonos hechizado con sus buenos modales, y aprovechando nuestra humilde casta social a su favor, logró que cruzásemos el aro, cual domador y león del circo que montan en Ventas.

Por supuesto, Fraggle Rock pasaría a mi recuerdo y al de mis compañeros, como un sitio donde te cobraban una caña a 1.5€, el combinado especial a 6€, y el resto a más. Mucho más.

Sería de mal ver que apuntase las dificultades que pasamos para pagar, llegando a tener que tirar de varias tarjetas de crédito, pero lo acabáis de leer, así que sin problema. Logramos desentumecer las manos que se iban poniendo rojas por la helada maña típica, y con mucho esfuerzo y amargura, pudimos colocar los bolsillos vacíos de los vaqueros a su posición natural, pues colgando daban una clara mala impresión.

La malévola risa de la dueña y sus secuaces, el Camarero-Bribón, y los clientes habituales con el cinturón para llegar a fin de mes sin abrochar, podían discernirse incluso cuando nos habíamos alejado varias millas.

Aún me levanto empapado de sudor en lo más profundo de la noche recordando el “…GRACIAS POR SU VISITA…” de la cuenta. La palabra escalofriante se queda corta.

Ah, sí. El postre fueron 10.50€.