Radicalidad, hipocresía y chorizo en el cocido
La entrada de hoy va de eso, radicalidad, hipocresía y polémica. Aprovecho para excusar mi tono porque estoy cabreado. Y lo reconozco.
Me llaman radical y prejuicioso. Que solo opino que blanco o que negro, conmigo o contra mí. ¿Y sabéis qué? Que tienen razón.
Y no porque me haga fan del kas naranja o del kas limón de buenas a primeras y muerte a todo… Pero sí que trato de acercarme a uno de los dos tanto como puedo, en la medida de lo posible. Hay cosas en las que puedes hacerlo, y cosas en las que no. Algunas son más fáciles. Esta facilidad es subjetiva.
El tema de debate polémico de esta semana es la moralidad que atañe un tema escabroso como son las parejas de hoy en día. Un tema que entra dentro de lo fácilmente “catalogable” en mi conciencia filosófica.
Partiendo de la premisa de que soy un tipo (lejos de definirme bueno o malo) con principios, rechazo completamente ciertas pautas de comportamiento. Si consideramos mi forma radical de pensar, podemos establecer mis leyes personales (influenciadas por mis hechos pasados, mi cultura, y los genes que me forman)
*Una pareja la forman dos personas: Un hombre y una mujer; un hombre y otro hombre; ó una mujer con otra mujer.
*Las parejas están juntas porque se quieren, porque son personas especiales el uno para el otro, y porque tienen la sensación de dependencia sana, que les hace rechazar a terceros.
*El ideal de las parejas es que estén juntas, que compartan su vida, y que no necesiten mucho más.
*Si uno de los miembros de la pareja no quiere seguir con ello, por cualquier cosa, hay que dejarlo. No vale la pena probar a seguir ver qué pasa.
*Una infidelidad o una falta de confianza, un mal trato, falta de respeto, rutina sin solución… Todas esas cosas son motivo de terminar una relación, pues el ideal se ha enviciado.
Gracias a estas sencillas pautas, he establecido mi modelo de vida, que significa estar mejor solo que mal acompañado. No hago daño a nadie, nadie me hace daño a mí, no alimento farsas, y sobretodo, la idea de que el amor no existe no gana puntos. Y soy feliz.
Ahora viene lo bueno… Si alguno de estos puntos no se cumple, la cosa no funciona, se estropea, tiene un problema, etc. Así que… ¿Por qué buscarle tres pies al gato? Por favor, no me malinterpretéis. Aborrezco la religión. Soy completamente anti-iglesia, anti-hijos, pro-profilácticos. Lo único que recomiendo es leer la Biblia, que como objeto literario es de lectura obligada, y no por lo que simboliza ni representa. Pero sin embargo, estoy con ellos en ese hecho polémico que supone que hoy en día las parejas son de risa. Hay demasiada HIPOCRESÍA.
Considero hipócrita a aquel que se engaña a sí mismo, lejos de engañar a los demás, obviamente. Es patético, pero incluso en esta categoría de personas que considero dignas de psicólogo, existen varios tipos.
Podemos distinguir por una parte, las que buscan excusas para no decidir por sí mismas; las que se auto-convencen de algo, con maravillosos diálogos interiores; las que echan la culpa de su pensamiento a terceros; o las que directamente se definen de una forma de pensar, y no actúan en consonancia, aprovechando la diversidad de momentos por los que tienen que pasar, lo que viene a ser, dependiendo del día y lo que se les ponga delante.
Estas personas, lejos de parecerme malas personas, u odiosas, o escriba aquí su calificativo despectivo, me parecen necesitadas de ayuda. Y sí, muchos de vosotros lo queríais oir: inferiores. Pero, ¡ojo! Nadie habla de mejores o peores personas, sino de menos maduras en ciertos aspectos a la hora de actuar. Porque en este tema, volvedme a crucificar, considero que voy suficientemente “sobrao”
Llegados a este punto, el sesenta o setenta por ciento de mis lectores estará quemando mis libros y usando mi foto de diana para dardos. Alegarán que soy inmaduro, que mi forma de pensar radical es limitada, que no todo es blanco o negro, y depende de la situación. Algún que otro freak me llamará troll, y pondrá la famosa troll-face.
Y yo os pregunto: ¿Por qué? ¿Por tener claro algo en la vida y actuar acorde a ese algo? Situaciones hay miles, y escoger es difícil. Seguir tu propio modelo de vida porque crees que es el correcto, y es tu deber… Sí, varía según el individuo, pero… ¿Es un crimen?
El protagonista de la historia, que era el que se veía en la delgada línea del pecado (No católico, por Dios) tenía un dilema moral. Desgraciadamente para mí, en el momento en el que el asunto se convirtió en duda, pasó rápidamente a caer en la categoría del ejemplo que no debes seguir, lector (lectora)
“¿Me acuesto con una mujer con novio? ¿Sí o no? Esa es la cuestión“ (Paciencia con el CAPTCHA para comentar más abajo)
“¡Pero si no conozco al novio! ¡Aquí la única culpable es ella! ¡La culpa es del novio que no se pone lo suficientemente celoso y no cuida de que se vaya con otros! ¡Si no soy yo, será otro! ¡Seguro que el novio hace lo mismo! ¡Yo es que pienso con la polla!” Son algunas de las desafortunadas excusas que me he tenido que oír, no solo del protagonista, sino de los encuestados a lo largo de las semanas.
¿Y qué hay del deber? ¿Y qué hay de la empatía? ¿El poder decir, no debo hacer lo que no quiero que me hagan? ¿Hace falta creer en el Karma para sentir que te la estás jugando? Pero sobretodo, como dicto en la primera pregunta ¿Estoy actuando según debo?
Pues por eso, soy un radical. Algunos lo llamarán nobleza, otros gilipollez, otros radicalismo (muchos otros, sí), y otros… quién sabe. Por lo pronto mi bando va perdiendo cero a mucho, lo cuál me hace pensar, de una forma madura y sencilla, en qué triste mundo vivo. Pues en momentos como este me doy cuenta por qué he decidido pasar los días y morir solo.
Llegado el momento, comentando la jugada con una persona a la que considero inteligente, sabia, y sobretodo, experimentada en muchos tipos de casos, me llevé una decepción, (Por otra parte comprensible) pues no pensaba como yo, pero dentro de las circunstancias, podría tener o dejar de tener sus motivos. Surrealistamente incluso apareció *Jeremy Bentham* en la conversación. No sé Bentham, pero una de las cosas que respeto de uno de sus sucesores, **Don John S. Mill**, es el límite de la libertad y el libre albedrío (Demiurgo y expertos estudiantes de la facultad de filosofía me perdonen por la barbaridad que supongo que supone para ellos juntar libertad y libre albedrío en la misma sentencia) que establece, en algo tan caótico a primera vista como puede llegar a ser el utilitarismo. “La libertad de un ser humano termina donde empieza la de los demás”
Podría citar, amigo mío, protagonista de esta historia, decenas de razones de ningún modo personales por las que no deberías acostarte con una mujer, que por muchas excusas te hace plantearte, y te da para que lo hagas. Personales tengo aún más, desgraciadamente.
Llegados a este punto, para mí es un comienzo que te decantes por el místico Karma, que aunque exista o deje de existir, constituye un modelo de vida relativamente fácil de seguir, que por lo menos tarde o temprano, puede dar consuelo a tus males, o explicación al fenómeno que de repente constituye tu buenaventura. En mi caso, y sin ser un fanboy kantiano y habiendo llegado al existencialismo en mis ratos libres (Pero ojo, que dentro de mi modelo radical y prejuicioso de vida que últimamente está tan de moda asignarme de calificativo descriptivo, se adapta a la perfección, pues es simple y racional como él solo) prefiero pensar que lo haces porque es TÚ deber. Y si, volviendo a *Mill (*gracias al tipo sabio de antes al que tanto respeto) la libertad que se te ofrece atenta contra, ya no solo la libertad del colega novio cornudo, sino su dignidad (Cosa que violas de mala manera con tu hipocresía) entonces… ¿Estás actuando mal? Sí. O no. Desde luego, si eres un egoísta, interesado, y te engañas a ti mismo… O directamente te la suda, hablando en plata, la gente, aunque no les conozcas, entonces no tienes por qué estar actuando mal. Perdóname entonces si me pongo radical de nuevo, y me considero ligeramente más consecuente en la forma de pensar que tú. A lo mejor el malo acabo siendo yo por pensar que estoy dos pasos (o tres) por tratar de ser un moralista. Quizá el karma me castigue, ¿no?
Pues que me castigue quitándome día a día a mis amigos, el cariño de los seres que me rodean, y que llene de spam y malos comentarios mi blog. Pero mi conciencia intacta.