El Deber

Llega el momento en la vida de una persona en el que hay que elegir. Muchos se echan sobre el respaldo de su silla de director, forrada en cuero negro, y pegan una calada a su cigarro mientras piensan.

Yo, en mi caso prefiero escribir algo, pero normalmente miro por la ventana, de día, de noche, a cualquier hora; y me fijo en la gente andando, los coches pasar a mucha velocidad, las luces, los ruidos…

Cuando escoges la decisión equivocada, sobretodo si es deliberadamente, te sientes mal. Te puedes llegar a sentir realmente mal.
Sin embargo, cuando eres capaz de hacerlo varias veces, te insensibilizas. Pero no por eso te libras de momentos en los que te torturas a tí mismo pensando en tus hechos y acciones.

Llega un día, a la fuerza, que tocas fondo, y no siempre te das cuenta de ello, pero quizás ese malestar es tan abrupto, que te planteas seriamente cambios en tu rutina diaria.
Y al final, piensas en elegir la otra opción que descartabas siempre a la primera, y entonces… ¡Voilá! Te sientes aliviado al saber que has hecho las cosas bien.

Después, siguiendo esta pequeña evolución emocional, entras en un furor casi ilimitado en el que hacer las cosas que no te gustaban, o te costaban, y que ahora consigues anteponer (y con ello sentirte mejor) es primordial, y te abre nuevas puertas y decisiones.
Ir al gimnasio todos los días de la semana tres horas, es difícil, pero cuando llevas un mes entero, lo que es difícil es dejarlo. Lo que cuesta, digamos que es arrancar. Pero no todo es Edén.

Habrá momentos en los que te des cuenta, que lo correcto, lo que tienes que hacer, lo “obligatorio”, es doloroso. Y aquí es cuando la Razón tiene que ganarle el pulso al Corazón. No vale sopesar, no vale decantarse, no vale ver pros y contras que no nos van a llevar a la larga a ningún sitio. No más mentiras a uno mismo, ver futuros insidiosos y esquivos, pero endemoniadamente bellos.

Hay que elegir. Pero hay que elegir esaopción. Y el único consuelo que nos queda, es saber que actuamos correctamente. ¿Nos beneficiará la decisión? ¿Y el resto de consecuencias que se acarrean, muchas veces negativas?

Dichas cuestiones no importan, nada importa en absoluto excepto nuestra decisión y nuestra intención de hacer las cosas bien. Eso es lo que te hace evolucionar y ser algo que querías ser.

Actuar según el Deber, como decía Immanuel, es lo que importa.